Las palabras y su intención
Este escrito es totalmente “Spanish teacher mode” y desde ahora le digo que si no puede ver sangre o tiene el estómago susceptible o tiene visión borrosa, o no sabe cómo usar el “closed caption” no siga leyendo. Hecha ya las advertencias necesarias, ¡vamo’allá!
Saben, que me gusta escribir…y mucho. ¡Y eso que no me han escuchado! ¡Pobre de los que trabajan y viven conmigo! El Dr. Zayas Michelli (Profesor de Estudios Hispánicos de la PUCPR, QEPD) tenía “mal genio” y se “comía los nenes crudos”, como se dice por ahí. Tenía una “particularidad”: decía sin “filtro” lo que le pasara por la mente, sin tomar en cuenta si te ofendía y usaba mucho esas palabras que no nos gusta escuchar a muchos o a algunos. Sin embargo, le gustaba que yo hablara en su clase y me preguntaba cosas para “crear” un ambiente. Pero, a veces me decía: “Linecita, cállate ya. Pareces una autopista sin peaje”. Lo quise mucho y me enseñó el “arte de expresar las cosas cómo son cuando hay que hacerlo”. Él lo hacía sin filtro, como dije. Yo al menos, todavía lo pongo.
El primer acto de comunicación de la vida humana comienza con el llanto. Así se expresa el hambre, el frío, el sueño, el dolor. Con los años, convivencia social y educación vamos usando los diferentes medios de comunicación humana, aunque yo sigo llorando cuando tengo hambre. Lo “bueno” de escribir es que podemos editar, corregir y enmendar lo que escribimos. Cuando hablamos y decimos algo no tenemos esa ventaja, porque es como disparar una flecha que una vez lanzada no hay manera de detenerla sólo hasta que impacta su objetivo. Lo “malo” de escribir y de que otro lo lea, es que el mensaje se puede interpretar de maneras erróneas. No tenemos la ventaja, por ejemplo, de darle la entonación adecuada según nuestros sentimientos. No hay “body language” tampoco en un escrito que ayude. Podemos utilizar signos de exclamación que pueden dar la idea del sentimiento que queremos dar. De hecho, el protocolo en internet dice que, SI ESCRIBES EN LETRAS MAYÚSCULAS, ESTÁS GRITANDO. ¿OÍSTE? Perdón por gritarles. Es para que vieran un ejemplo. Pero el uso de signos de exclamación, comillas y otras normas ortográficas, de gramáticas o lingüísticas no es 100% seguro. Una cosa es lo que yo escribo y otra la que los demás entienden
Sin el lenguaje nos sería imposible pensar. Nuestros pensamientos e ideas terminan en las palabras. Nuestro idioma es rico, amplio y generoso. El idioma español tiene casi trescientas mil palabras/conceptos diferentes (sin contar variaciones ni tecnicismos o regionalismos), pero en nuestra comunicación cotidiana utilizamos sólo y con suerte unas trescientas, es decir, cerca de un 10%. Ese porcentaje es flexible de acuerdo con cada persona: Una persona instruida y culta usa unas 500 palabras. Un escritor o periodista puede usar unas 3.000. Dicen que Cervantes usó 8.000 palabras diferentes en su obra. ¡Imaginen mi porcentaje de palabras cuando me “encocoro” y escribo!
Cuando daba este tema a mis estudiantes siempre les enseñaba que no existían “malas palabras”. Las “malas palabras” son las que se escriben con errores ortográficos. Ejemplo de un error ortográfico: “Herror”. ¡Eso es una mala palabra! Las palabras son todo y son nada. Una misma palabra, según su contexto, ambiente, entonación y sentimiento puede tener diferentes usos y clasificaciones. Una palabra puede ser: altisonante, vulgar, chabacana, soez o de desahogo. Voy a dar varios ejemplos. Pero, vaya a la advertencia que hice al principio. ¿Ya? ¡Ok! . (Prenda el closed caption) Ejemplo 1. Me acaban de sacar la uña del dedo gordo del pie. Me meto al ascensor y sigue entrando gente. De momento llega un caballero de 80 años con su bastón y ¡zas!. Pone su bastón…la punta del bastón en mi dedo gordo del pie vendado. Pues…me viro y le digo en un tono amable, suave y pausado: ´´Disculpe, venerable anciano, ¿puede levantar su bastón de mi dedo ensangrentado?” Creo que yo no hubiera reaccionado tan civilizada. Lo menos que pude haber gritado era: ¡Coño, mi dedo! Ejemplo 2. ¡Esta situación de nuestro sistema educativo está mal! Estoy consternada. (No apague el closed caption) ¡Esta situación de nuestro sistema educativo está del carajo! Estoy encabro… (fallas técnicas para escribir la palabra). Ejemplo 3. Están estos norteamericanos cerca de mi amigo Juan del Pueblo y se suscita una situación un poco violenta. Juan les grita: “Go to the hell!” y ellos se ponen más furiosos. Yo le pregunto qué les dijo que los puso peor. Y me dijo: “Los mandé pa’l carajo en su idioma”. Y tiene razón. Si yo le digo a alguien “Go to the hell!” es como si lo hubiera enviado de compras a Plaza. Pero si lo mando “pal’ carajo” siento que me economicé los gastos y deducibles de un terapeuta y quedo “livianita” (falta que me hace para ver si acabo ya mi transformación física y al fin uso bikini. Nada de gistros...). Ejemplo 4. Dos niñas saludándose en la escuela. Una mira a la otra y le dice: ¡Me encantan tus tennis! ¡Qué chulos! Versión mejorada: ¡Nena, tus tennis están cabro…! (de nuevo fallas técnicas para escribir la palabra). Ejemplos como estos son los que deben entender todos aquellos a los que les causa manía leer ciertas palabras. Hago la aclaración de que no soy las que tiene todo tipo de vocabulario disponible para uso en mi boca ni en mi tintero. Hay unas palabras que no las digo y prefiero ni siquiera que se usen. Son palabras en las que tengo fallas técnicas para decirlas o escribirlas.
Mis escritos tienen varios aspectos: educar u orientar, opinar o contribuir y a veces entretener. Simplemente porque me gusta que sea algo que valga la pena escribir y leer. Por eso la diversidad de palabras y vocabulario.
Entonces…el viernes en la madrugada, luego de conocer la cantidad de escuelas a cerrar escribí el ensayo titulado: “No hay cama pa’ tanta gente”. Este escrito, según la plantilla del Word Office, es de 4 páginas y con un total de 2, 615 palabras. De esas, escribí: “pendeja” (3 veces), “carajo” (1 vez), “jodía” (1 vez) y “jodida”(1 vez). En las críticas de los que leyeron (que no espero que me feliciten o me aplaudan, sino que lean, se orienten, eduquen y formen una opinión con datos y pensamientos que otros tenemos), la Sra. X escribió esto: “Esta muy bien el escrito, pero una profesional no tiene por qué decir tantas palabras soeces para expresar lo que siente. Es una pena.”
Yo le contesté esto: “Las palabras se clasifican en soeces, vulgares, chabacanas, altisonantes y de desahogo. Mis escritos tienen de todas y cuando me presenté a escribir de estos temas en esta página lo expliqué y lo dije. Entiendo que hay personas como usted a las que no les gusta oír o leer esas palabras que son COMUNICATIVAS. Afortunadamente, en mi jerga oral no son mis palabras habituales. Pero, en estos medios escritos suelo usarlas porque sí...porque tienen su razón de ser y su sentido. Dice que "es una pena", que use tantas palabras. Este escrito es de 4 páginas. Y tiene 2,615 palabras. Es una pena lingüística y social que usted se haya sólo tomado la molestia de ver las 6 "palabras soeces" y no analizar el mensaje. De hecho, ya que señala que según usted uso tantas palabras soeces, ¿se percató que en vez de escribir la palabra "cojones" escribí "cojines" y en vez de escribir "puñeta" escribí "piñata". Los ensayos forman parte de las formas escritas. Se nutren de expresiones populares y su sentir social. Repito, si de las 4 páginas de este escrito y de las más de 2, 615 palabras usted encuentra más de 15 o 20 que usted erróneamente clasifica de soeces, le aceptaría su opinión, aunque no le daría la razón. Y otra cosa, los profesionales (con todos sus títulos y estudios) roban, matan, cometen actos inmorales son Secretarias de Educación, gobernadores, maestros, ingenieros y hasta sacerdotes. Al menos tengo valores. El que yo escriba una palabra como "carajo" no me hace mala. El uso de esa palabra en específico se considera "de desahogo”. No escribí que alguien se fuera para allá, por lo que no es una palabra insultante o "altisonante". Yo respeto a mi prójimo con acciones. Sin embargo, otros tan "profesionales" o más que yo insultan al magisterio con acciones o tratos degradantes sin usar esa palabra. No tengo que usar esas palabras. Usted, sin embargo, con sus palabras acaba de darme una idea de lo "discriminatoria" que puede ser porque cree que los únicos que hablan así son los que no tienen títulos profesionales. Las uso porque sí y porque quiero expresar y comunicar el contexto de la situación.” (Fin de mi contestación a la Sra. X)
La Sra. X puede opinar que no le gusta mi uso de palabras soeces, pero enfatiza ese uso como si de dijera que TODO el escrito se basa en ese tipo de lenguaje. De 2,615 palabras hay 2609 “palabras normales”. Me molesta el hecho que se discrimine por preparación académica o títulos. Que me diga que “una profesional” no tiene por qué decir tantas palabras soeces. O sea, porque sea directora no puedo decir tal o cual cosa o expresarme de cierta manera. Yo entiendo en parte ese punto de vista. En parte…En parte, porque los que tenemos un poco más de cultura o estudios tenemos unas “herramientas” o porcentaje de vocabulario mayor y podemos dominar ese uso de la palabra de manera más adecuada y pertinente. Veamos este punto en una canción de Ricardo Arjona en la que usa esta frase: “Aquí no es bueno el que ayuda, sino el que no jode” y en otra canción este mismo cantautor repite el estribillo, pero intercambiando la palabra final: “Aquí no es bueno el que ayuda, sino el que no estorba”. Yo tengo ese dominio. Y puedo o no usarlo. Estoy escribiendo para adultos no para niños de kínder. Estoy usando palabras de desahogo en un ensayo. No es una declaración jurada. No significa tampoco que me escuchara con esas palabras en mi diálogo con las personas y me cuido de no decirlas. Mis estudiantes saben que deben también controlar ese vocabulario porque así lo modelamos. Tampoco significa que no las digo. Mucha “verborrea” de mi parte para explicar que sé qué decir (o escribir), cómo, cuándo, dónde y a quién. De hecho, a modo de ejemplo personal, cuando empecé a rebajar un pastor de una iglesia me quería llevar a su congregación para que les hablara de mis logros como fuente de inspiración. Yo le dije que sí, pero que era católica y con duda le pregunté si había leído mis estatus porque yo escribía de cierta forma que sabía no era apropiada a su filosofía religiosa. ¿Saben qué? Él me dijo: “¡Así te queremos y te aceptamos!” La forma en la que la Sra. X expresa su disgusto hacia mi vocabulario soez y de que no es propio de profesionales da a entender que ella discrimina socialmente con los que no son “profesionales”. El uso de vocabulario soez para esta señora es propio de los incultos según ella da a entender (y repito que las palabras tienen diferentes usos por lo que no es correcto que decir un “carajo” es de forma soez). Tengo muchos conocidos sin preparación académica que se expresan muy correctos y más apropiados que yo. Todos los seres humanos son valiosos por lo que hacen, aportan o están dispuestos a realizar por el bien común. Que una trabajadora social (según el perfil de esa persona) diga eso o un maestro haga lo mismo me hace pensar que no valorizan a un guardia de seguridad, a un mecánico, a un empleado de comedor, a un conserje, etc., porque no tienen "título profesional establecido". Si vamos a ver, TODOS los que ejercemos una profesión somos eso mismo "profesionales". El título no determina qué eres mejor persona que otros o tienes más valores. Como se dice por ahí, “Las palabras convences, pero los ejemplos mueven”. Puedo hacer sentir mal a una persona con una palabra. ¡Definitivamente! Pero la acción o forma de tratarla de forma degradante es peor. No son las palabras, sino su intención lo que hace la diferencia. La Sra. X con sus “buenas” palabras discriminó socialmente. El que yo exprese unas palabras muy bonitas o hable de Dios no me hace mejor que el que exprese palabras que pueden ser groseras, si en el trato hacia los demás soy una mercenaria sin corazón. Prefiero que digan que soy una "bocona malcriada", a ser una hipócrita o farisea. Hay muchos “profesionales” que no tienen un vocabulario impecable y son unos despiadados con el trato hacia los demás. Nada más lindo que decir #todoporlosniños y estar cobrando un cuarto de millón de dólares sin importar que miles de maestros transitorios se queden fuera el próximo año escolar. ¡Eso si es ofensivo viniendo de una profesional! Lao-tsé decía: “ Las palabras elegantes no son sinceras; las palabras sinceras no son elegantes.” Les dije que todo el escrito era “Spanish teacher mode”. Ya pueden apagar el “closed caption”
Por: Linette D. Anadón Vázquez